Importancia de los Mitos

Hoy decimos "eso es un mito" para decir que es un cuento o una mentira. El pragmatismo a ultranza, el utilitarismo técnico de la ciencia, el racionalismo secante y la superficialidad de la historia, nos están llevando al borde de la destrucción de nuestra humanidad, a la corrupción de nuestras conciencias, y a la explotación impune del hombre y de la mujer tanto a nivel personal como social.
Herederos de una cultura occidental racionalista hemos considerado al mito como a algo engañoso, falso v erróneo. Y sin embargo desde hace unos cuantos años algunos estudiosos han llegado a la conclusión, a la misma que ya llegaron los pueblos primitivos, de que los mitos son algo real e importante, son una historia sagrada tan real como la historia científica. Es la profundidad de la historia, del cosmos, del mundo, de la humanidad. Es la hondura que tanta falta nos hace para liberarnos de las lacras que hemos anunciado más arriba.
Otra cosa es que debemos saberlos leer de nuevo con nuevos ojos en cada época y saberlos interpretar para el fin que fueron escritos o simplemente relatados.
Con el menosprecio de los mitos hemos perdido nuestra propia identidad. ¿A quiénes les interesan los mitos aymaras, quechuas o guaraníes? Sólo a los propios pueblos originarios y a algunos investigadores, Y sin embargo allí está nuestra historia sagrada, nuestro origen, nuestra identidad, como también hoy lo está en la Biblia, si la leemos como el auténtico mito que es.

El duende



Le llaman "dobente" en la Puna. Es el duende universal en su versión puneña. Creen en él y le temen.

Son espíritus de la naturaleza que vagan en todas las soledades campesinas del mundo y que probablemente tenga su origen con la llegada del español. Son lo quiméricos seres nacidos en las fantasías populares de todos los países, que tienen de común entre sí su tamaño liliputiense, su genio travieso, inquieto y juguetón y su constante afición por torturar a los hombres, niños y doncellas, de mil maneras distintas.

En la puna se lo identifica desnudo y de no más de 50 centímetros de altura; tiene una mano de hierro y otra de lana y un enorme sobrero de ala ancha, que le cubre por entero desde arriba su pequeño cuerpecito.

Duendes buenos, duendes malos. Ni muy buenos ni muy malos. Siempre traviesos. En Jujuy se esconde tras la roca solitaria de la Puna y en las profundidades del manantial. En las selva se los conoce muy poco y en los llanos se los ignora.

Dice la tradición, que siempre es bueno llevar un rosario o un lazo. Sirven para alejarlos. A gente de estas armas llevar, no se atreve el duende sombrerudo.

Cuentan algunos paisanos que, en ciertas ocasiones le han oído tocar la guitarra en los cerros, de una manera triste, y cantar como lagrimeando.

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